Los que nos dedicamos a la política, tenemos que lidiar con una muy mala imagen de lo que hacemos y de la verdadera y noble razón, que radica en la convicción de vivir una dimensión humana, presente en los actos cotidianos.
Si tuviésemos un mejor publicista, quizás más personas respetarían y entenderían como la ética y la integridad, son valores tatuados en el bien hacer político, enmarcados en el sublime deseo y vocación de servicio.
Desconocer dinámicas o ser unos recién llegados al oficio, se paga con altos precios relacionales y de dinero…todos sabemos, (al menos es lo que creemos) que los mal llamados “políticos” conseguimos el financiamiento de las campañas electorales; más que con el aporte de varios; el mayor insumo es la confianza. Es por esto que diseñar campañas electorales, no puede ser un laboratorio de ensayo y error constante… Hay razones sublimes y carnales inherentes a las ganancias y las pérdidas en cada experiencia electoral.
Todo lo que se pueda ahorrar en dolores de cabeza, en tener asesores que puedan prever escenarios posibles y que demuestren maestría en el manejo de la comunicación, incluyendo las cambiantes y poderosas herramientas del mundo 2,0, ¡valdrá oro!
Un simulacro en esto, puede literalmente, salvar vidas.